viernes, 23 de enero de 2009

Templo de Santo Domingo, San Cristobal de las Casas, Chiapas

El convento de Santo Domingo fue abandonado por los dominicos tras la promulgación de las Leyes de Reforma en 1859 y sus terrenos vendiidos en lotes. Después de la Revolución de 1910 fue biblioteca, cafetería, cárcel y sala de arte popular. Su restauración en 1975 descubrió los niveles orignales del claustro, vanos y pinturas murales.














domingo, 18 de enero de 2009

Buenos días Nalunega !


Dormí en la casa de Arquímedes en la Isla de Nalunega. Durante la noche estuvimos platicando en el portal de su casa, a la luz de un quinqué, acerca de la vida de los Kuna. Lo poco que había leído acerca del territorio autónomo me fue explicado de viva voz por un miembro de la etnia. Usualmente, durante las noches las familias encienden pequeños quinqués fuera de sus casas y montan una modesta mesa sobre la que se puede encontrar: chicha para tomar, platos con arroz blanco y pescado frito. De esta forma obtienen dinero adicional para su sustento.





Un fino rayo de luz se coló entre la pared de bamboos y consiguió despertarme. La familia aún dormía y Alejandro Victoria estaba en otro de los cuartos de la choza. Me puse de pie, tomé una botella de agua y mi cámara de la mochila. La isla estaba quieta, a lo lejos escuchaba el agua golpeando contra las rocas en aquel mar de tranquilidad. Las chozas comenzaban a despertarse lentamente, columnas de humo buscaban la salida entre los gruesos techos de paja y dentro se escuchaban diálogos de voces que no conocía. Caminé por alrededor de 10 minutos entre el pequeño laberinto de bamboos . Finalmente, al salir de un pasillo el sol me deslumbró. En el mar se econtraban pequeñas embarcaciones ancladas aprovechando la pesca de la mañana.

Caminé de regreso guiado por un pequeño niño que para mi sorpresa iba al kinder de la isla. Justo a un lado del lugar donde dormí, había un pequeño cuarto contruído con delgados bamboos que era la escuela de los niños . Poco a poco comenzaron a desfilar para asistir a su clase diaria y el salón se comenzó a llenar. Esto fue lo que encontré.














Cuatro X Cuatro: Cartí a Panamá City



Salimos a media tarde de Isla Perro para recoger nuestro equipaje en la casa de Arquímedes ubicada en la Isla de Nalunega. De ahí viajaríamos otros 30 minutos en bote hasta llegar a la Isla de Cartí donde pasaríamos la noche. El itinerario para el siguiente día sería: (7 a.m.) despertar para tomar un desayuno preparado por la familia Kuna que nos recibió, (8 a.m.) tomar nuestro equipaje para llegar al muelle de la isla y salir hacie el punto de encuentro con la camioneta que nos llevaría hasta Panamá City. (9 a.m.) Saldríamos en un vehículo 4x4 para cruzar la sierra panameña y llegar a la capital aproximadamente a la 1 p.m.

Amaneció. Tomamos una taza de café negro con una pieza de pan, partimos hacia el muelle. Ahí nos estaba esperando la angosta y larga barca que nos llevaría a tomar nuestra siguiente conexión hacia Panamá City. Alejandro y yo tomamos nuestros lugares mientras que entre los Kuna negociaban el precio del transporte. Finalmente, salimos del pequeño muelle y nos adentramos en la espesa selva. Navegamos por el río serpenteante por alrededor de 30 minutos, a mitad del camino la lancha desaceleró y Fernando -el Kuna que nos llevaba- nos advirtió. "Al pasar la siguiente curva, les pido por favor que guarden sus cámaras. Pasaremos por el cementerio que es lugar sagrado donde no se pueden tomar fotografías." Obedecimos y nos limitamos a mirar. La lancha volvió a acelerar y el viento nuevamente recobró su fuerza.









Llegamos a un punto en medio de la selva donde había un pequeño camino de tierra que subía desde el río hasta un pequeño mirador. Debido a la temporada de lluvia, fue un poco difícil ganarle al empinado camino lodoso mientras los zapatos se resbalaban conforme subíamos. Finalmente, al llegar a la parte superior estaba el 4x4 esperando para llevarnos a nuestro destino. Recorrer el camino de terracería desde ese punto hasta el pueblo de Chepo -ubicado sobre la Carretera Panamericana- nos tomaría aproximadamente 3hrs. El camino sinuoso de tierra rojiza nos llevó hasta El Mirador que es la zona transitable más alta de la sierra panameña, fue ahí también donde falló el clutch de la camioneta. Tuvimos que deternernos por aproximadamente 40 minutos hasta que alguien pasara y se apiadara de nosotros. La humedad y el calor nos obligaron a buscar una sombra para resguardarnos de los rayos del sol. Don Carlos -quien manejaba- tomó su celular para llamar a otros choferes y buscar ayuda. Finalmente, uno de los choferes que aún se encontraba en el mirador cerca del río acudió al rescate. Cambiamos el equipaje de camioneta y retomamos el camino hacia Panamá City. Llegamos un con retraso de casi dos horas al Hostal Luna Palace en el Casco Viejo de la ciudad.








jueves, 15 de enero de 2009

Trochas de Ceontromérica Parte II

Después de haber viajado casi 3 horas por la costa norte de Panamá finalmente llegué -junto con Lucho y Alejandro Victoria- a la isla de El Porvenir. Eran las 8 a.m. y el sol ya caía a plomo. Registramos nuestra entrada a la Reserva Kuna Yala y esperamos durante gran parte del día en la isla planeando lo que haríamos durante los siguientes tres días. Debido a que no teníamos idea clara de lo que encontraríamos, decidimos dar un paseo para conocer a la gente que ahí vivía. Cargamos nuestras mochilas y caminamos hacia el hotel y restaurante que ahí se encontraba. A lo lejos, se escuchaba la fuerte voz de un comentarista panameño, "recibámoslo como se merece, como todo un héroe nacional, todo un atleta. Me refiero al deportista Irwin Saladino que recién acaba de ganar la medalla de oro en el salto de longitud." De alguna u otra manera, todos los radios y televisiones en la pequeña isla estaban sintonizados en la misma estación. Creo que si alguna vez pierdo parte de la memoria y mis nietos me preguntan qué recuerdo de mi viaje, creo que contestaré sin dudarlo,"Irving Saladino."


Comenzó a llover. El viento se intensificó y de pronto la pequeña isla caribeña se vio envuelta en una densa y pesada lluvia. Tuvimos que seguir esperando y planeando lo que haríamos. El clima era especial para dormir y afortunadamente había una amaca disponible para comenzar el ritual. Tomé un libro que llevaba para el viaje, me recosté y por un buen rato no supe de mí. El continuo golpeteo de la lluvia en el techo de paja, la fina brisa y el cansancio del viaje me mantuvieron en mi lugar hasta que recuperé mis energías.






Desperté. Alejandro estuvo platicando con un Kuna que ofreció llevarnos a la isla de Nalunega. Estaba a 10 minutos en bote y era la única forma de llegar a menos que quisiéramos dormir en el hotel de El Porvenir. Emprendimos la retirada. Fue en esa isla donde conocimos a Arquímedes y su familia, comimos y dormimos en su casa. Vaya viaje.

jueves, 1 de enero de 2009

Las Lágrimas de Alá: Mezquita Hassan II, Marruecos




Después de casi cuatro horas de viaje y exhausto del bacanal culinario la noche anterior en Marrakesh llegué a Casablanca. La estación de trenes al igual que la ciudad estaban desoladas, era día festivo y casi todos estaban comiendo cordero en sus casas. Decidí buscar un taxi para transladarme al hostal en la medina y posteriormente visitar la mezquita Hassan II. "Taxi! Taxi!," gritó un marroquí y comenzó la negociación. "60 dhirams a la medina," y yo contesté "20 dhirams es el precio final." Por lo visto no le gustó mi propuesta y desapareció inmediatamente de mi vista. Pasaron 10 minutos y las calles estaban más solas que el desierto, solo circulaba el aire. De pronto, el mismo marroquí se aparece en su "petit taxi" y me dice, "40 dhirams," y contesté, "30 dhirams." Hizo un gesto como disgustado por el trato y en voz baja dijo algo en árabe. Me subí al pequeño auto y partimos hacia el hostal.



Al llegar había un papel blanco en la puerta donde se leía en inglés y francés, "El día de hoy el hostal estará cerrado de 9 a.m. a 6 p.m." Eran apenas las 3 p.m. y no tenía opción mas que cargar con mis 20 kgs. repartidos en 2 mochilas y caminar. Giré para ver si el taxista seguía ahí pero desafortunadamente se fue, quizá a terminar el día frente a una mesa con algunos majares marroquíes. Tomé la guía para ver la distancia hasta la mezquita, es un kilómetro exacto desde la medina pero para mí serían como 10 con la carga y el cansancio. Emprendí la retirada.
Al llegar el cielo estaba azul, el sol estaba perfecto y la luz y sombra definían perfectamente la silueta del lugar. Decidí descansar un par de minutos después de la larga caminata, mientras, preparé mi cámara y cambié de baterías. Llegué justo a la hora en la que el almuédano (ya sea en vivo o grabado) llamada desde el minarete a los fieles. Poco a poco, en su mayoría hombres, comenzaron a cruzar la explanada para llegar a las altas puertas de aquel lugar. Mientras el ritual tenía lugar dentro, yo tomaba fotos afuera. De un momento a otro, el cielo se nubló, el aire comenzó a soplar más fuerte y el frío se intensificó.


Tan pronto oscureció comenzó a llover, el camino de regreso al hostal me iba a tomar por lo menos 30 minutos. Pensé, "Alá y sus sorpresas, ahora esperaré a que escampe para poderme ir." Aún y cuando estaba bajo techo, la leve brisa terminó por humedecer mi chamarra de fleece, mis zapatos y calcetines estaban mojados. Como pude, saqué el impermeable de mi mochila, debido a que todo estaba cubierto por agua me las igenié para no poner ni una de las dos mochilas en el suelo. La lluvia y el viento arreciaron, el frío comenzó a subir por las piernas hasta que me invadió por completo. Poco a poco, la mezquita fue cubierta por una leve luz amarilla.




Pasaron alrededor de 45 minutos y la lluvia disminuyó. Finalmente, pude salir de mi cobijo a tomar unas fotos del edificio. Valió la pena esperar. "Alá tuvo compasión de mí," guardé mis cosas y comencé el camino de regreso.