jueves, 1 de enero de 2009

Las Lágrimas de Alá: Mezquita Hassan II, Marruecos




Después de casi cuatro horas de viaje y exhausto del bacanal culinario la noche anterior en Marrakesh llegué a Casablanca. La estación de trenes al igual que la ciudad estaban desoladas, era día festivo y casi todos estaban comiendo cordero en sus casas. Decidí buscar un taxi para transladarme al hostal en la medina y posteriormente visitar la mezquita Hassan II. "Taxi! Taxi!," gritó un marroquí y comenzó la negociación. "60 dhirams a la medina," y yo contesté "20 dhirams es el precio final." Por lo visto no le gustó mi propuesta y desapareció inmediatamente de mi vista. Pasaron 10 minutos y las calles estaban más solas que el desierto, solo circulaba el aire. De pronto, el mismo marroquí se aparece en su "petit taxi" y me dice, "40 dhirams," y contesté, "30 dhirams." Hizo un gesto como disgustado por el trato y en voz baja dijo algo en árabe. Me subí al pequeño auto y partimos hacia el hostal.



Al llegar había un papel blanco en la puerta donde se leía en inglés y francés, "El día de hoy el hostal estará cerrado de 9 a.m. a 6 p.m." Eran apenas las 3 p.m. y no tenía opción mas que cargar con mis 20 kgs. repartidos en 2 mochilas y caminar. Giré para ver si el taxista seguía ahí pero desafortunadamente se fue, quizá a terminar el día frente a una mesa con algunos majares marroquíes. Tomé la guía para ver la distancia hasta la mezquita, es un kilómetro exacto desde la medina pero para mí serían como 10 con la carga y el cansancio. Emprendí la retirada.
Al llegar el cielo estaba azul, el sol estaba perfecto y la luz y sombra definían perfectamente la silueta del lugar. Decidí descansar un par de minutos después de la larga caminata, mientras, preparé mi cámara y cambié de baterías. Llegué justo a la hora en la que el almuédano (ya sea en vivo o grabado) llamada desde el minarete a los fieles. Poco a poco, en su mayoría hombres, comenzaron a cruzar la explanada para llegar a las altas puertas de aquel lugar. Mientras el ritual tenía lugar dentro, yo tomaba fotos afuera. De un momento a otro, el cielo se nubló, el aire comenzó a soplar más fuerte y el frío se intensificó.


Tan pronto oscureció comenzó a llover, el camino de regreso al hostal me iba a tomar por lo menos 30 minutos. Pensé, "Alá y sus sorpresas, ahora esperaré a que escampe para poderme ir." Aún y cuando estaba bajo techo, la leve brisa terminó por humedecer mi chamarra de fleece, mis zapatos y calcetines estaban mojados. Como pude, saqué el impermeable de mi mochila, debido a que todo estaba cubierto por agua me las igenié para no poner ni una de las dos mochilas en el suelo. La lluvia y el viento arreciaron, el frío comenzó a subir por las piernas hasta que me invadió por completo. Poco a poco, la mezquita fue cubierta por una leve luz amarilla.




Pasaron alrededor de 45 minutos y la lluvia disminuyó. Finalmente, pude salir de mi cobijo a tomar unas fotos del edificio. Valió la pena esperar. "Alá tuvo compasión de mí," guardé mis cosas y comencé el camino de regreso.












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