lunes, 1 de diciembre de 2008

Esto, lo otro y aquello...

Finalmente llegué a Madrid, iba cargado como si jamás fuera a regresar. Llevaba mis dos mochilas y una tercera. Esta última contenía "18 kgs. de amor" que la familia de Gerardo le enviaba desde Monterrey para que no se olvidara. La maleta era interesante, jamás había cargado algo semejante (en orden de importancia): 2 lts. de Tequila (como siempre, amenizaron la noche y la plática), 2 kgs. de tortillas de harina, 1 kg. de carne seca, unos panecillos de ojaldre estilo Baklava (pequeños pedacitos de cielo), 10 latas de chile chipotle (oro enlatado en Europa), un par de latas de chile jalapeño, dulces de leche y los más importante: una carta. Una hoja de papel con letras, que por más simple que sea, acorta distancias y hace recordar.

Cargamos (por que él también ayudó) la famosa y preciada maleta por todo el sistema de metro madrileño. Era como llevar una bolsa de dinero escoltada para que llegara a su destino sana y salva. Subidas y bajadas, vagones y elevadores nos llevaron finalmente al departamento. Ahí se abrió la Caja de Pandora, o mejor dicho, la Bolsa de Pandora. De su interior comenzaron a salir pedazos de México. De pronto la cocina madrileña se convirtió en una cocina como la tuya o la mía, mexicana. El nivel del tequila comenzó a bajar dentro de la botella. Después, el de un Jerez de marca Williams & Humbert. La madrugada y los recuerdos nos alcanzaron sentados en la pequeña cocina. Hablamos de esto, lo otro y aquello...

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