jueves, 9 de abril de 2009

No creo...

¨No creo en Dios y no me hace ninguna falta. (...) No creo en Dios, no lo necesito y además soy buena persona.¨ José Saramago



¨Tienes que hacer la primera comunión¨, fueron las palabras de mi madre cuando yo tenía aproximadamente 12 años. ¨No te da verguenza que ya vas a cumplir 15 y aún no la has hecho?" Realmente jamás me importó mi relación espiritual con un tal Dios, eso a pesar de que me crié con mi abuela Camila que era religiosa de ¨hueso colorado¨. (Cuando ella falleció, mi madre y padre fueron a la Iglesia de Dolores para buscar a un padre que oficiara una misa. Ella perteneció a cuanto grupo religioso encontró: el de la Vela Perpetua, el de las Hermanas de la Caridad y algunos otros que básicamente derivan de una misma idea: el chantaje espiritual. Cuando llegaron con el padre, le preguntaron si era posible que ofreciera un servicio en nombre de mi abuela, él contestó que por el momento no podía ya que iba a desayunar. Tantos años de creer en algo para que te salgan con eso cuando estás dentro del cajón.) Mi madre me envió con mi vecina a tomar la sagrada instrucción del Catecismo. Qué horror! Fue una pesadilla! Al finalizar el año casi me sentía preparado para ser sacerdote e inclusive Papa. Los nombres de los santos, libros, capítulos y versículos tuvieron que ocupar parte de mi memoria aunque no quisiera. Sin embargo, tenía que cumplir con el estúpido ¨requisito social¨ de hacer la Primera Comunión y recibir al Señor por primera vez en mi vida. Sucedió lo que tenía que suceder. El escuincle vestido de blanco, con una biblia verde en la mano derecha, un rosario y una vela en la izquierda posando para la foto.


Pasaron los meses y creí que el ¨Santo Calvario¨ había terminado, sin embargo, me equivoqué. Resulta que mi maestra del catecismo hizo muy buena amistad con mi madre y la invitó a la Misa de Niños. El servicio era todos los domingos a las 11 a.m. (de la madrugada) y la mecánica era distinta a las demás misas que se llevaban a cabo en esa iglesia. Había música, juegos, un sermón hecho especialmente para los pequeños y una canción para cada sección de la misa. Iban desde Ven Señor no Tardes hasta el famoso y melancólico Dios está Aquí. Siempre me pregunté qué hice en mi vida anterior para recibir semejante castigo. Además fui obligado a cantar y actuar una canción en la cual yo era supuestamente el maquinista del Tren del Evangelio. Qué pendejada más grande! Afortunadamente cuando uno comienza a leer tiene más armas para defenderse. Un día me revelé y no fui. Mi mamá se enojaba cada domingo cuando iba a mi cuarto y me encotraba en la cama, comiendo, sin bañarme y viendo la televisión. Definitivamente había cosas más interesantes en mi casa que en la Casa del Señor: ver la Lucha Libre Mexicana. Cambié la música sacra por el espectáculo del ring y los rezos por los abucheos.


Definitivamente no creo en Dios. Creo en la energía, en la manifestación extraña de los granos de café en una taza, en lo que se lee en los ojos de alguien, en las señales, en los presentimientos, en los pensamientos, en las corazonadas, en el amor, en el poder de la mente, en la educación, en las letras, en los libros, en el sonido, en la música, en las palabras, en los hombres, en las mujeres, en los seres humanos y definitivamente en todo lo que veo y toco. Soy pesimista porque los optimistas creen que todo está bien.


Paz

1 comentario:

mau dijo...

yo no creo que ser ateo sea pesimista, pero si creo que los religiosos son codependientes de personas imaginarias jajaja

creo q los ateos buscan ser felices en esta vida, los creyentes buscan ser felices en la otra vida (que no sabemos si exista)

saludos!